Valen repasa detalles del cambio de comportamiento de su novio en busca de las claves de la crisis. De pronto, se enfrenta a una hipótesis que nunca había tenido en cuenta.
A esa altura, ya no sabía si Juampi era
mi novio o un ex. Es gracioso, porque se supone que era algo que yo debería
saber.
De alguna forma, había empezado a hacer
el duelo de la separación desde que tuvimos esa discusión a través de la puerta
de mi dormitorio. Y la llamada de un rato antes fue la confirmación. No podía
seguir la relación con Juampi como si nada hubiera pasado, especialmente si él
no veía el error en su actitud.
Maripi entró a casa con una bolsa. Traía
un vino tinto caro y una prepizza barata, que se había roto por la mitad en el
camino desde el supermercado. “Traje la mozzarella, además. En cuanto se
derrita sobre la pizza, ni se va a notar que está rota”, se reía.
PIZZA, VINO Y DUDAS
Mientras yo cortaba el queso, mi amiga
abrió el vino. Se le partió el corcho y al servir la primera copa cayeron unos
pedacitos que quedaron flotando sobre la superficie de color bordó intenso.
“¿Che, ni una cosa nos va a salir bien hoy?”, pregunté, entre fastidiada y
divertida con la racha de mala suerte doméstica. “Aguantá un poco, Valen.
Prefiero que hablemos sentadas y me cuentes lo que pasó con Juampi mientras tomamos el vino”,
sugirió Maripi.
La pizza salió mejor de lo que esperaba.
La suerte no era tan mala. Pero a la segunda copa de tinto me puse a llorar.
Maripi, que estaba en otro sillón, vino a mi lado a abrazarme. “Estás asumiendo
que se terminó tu pareja, Valen. Y eso no es necesariamente así. Sabés que
Juampi no es mi persona favorita en el mundo, pero hasta yo me doy cuenta de
que está raro. En otro momento no me habría tratado mal a mí y, mucho menos, a
vos. ¿No tenés ni idea de lo que le puede estar pasando?”.
Maripi tenía razón. Molesta y triste por
lo que mi novio hacía no me había detenido a pensar en qué podía haber detrás
de su actitud. ¿Tendría problemas en el trabajo? ¿Serían celos porque desde que
me mudé con Maripi compartía más cosas con ella que con él? ¿Le afectaba que mi
decisión de irme de la casa de mis viejos no fuera para vivir con él y que eso
demorara su proyecto de casarnos? Su proyecto. No mío. Suyo. Ahí había otro
problema: Juampi había apostado más que yo a formar una familia juntos. Se
supone que las relaciones deberían ser 50-50, pero la realidad es que hay
épocas en que uno de los dos pone más que el otro. Pasa en todas las parejas.
Juampi venía poniendo, digamos, un 60 y yo un 40. Y ahora él también había
bajado su cuota. Lo que yo desconocía era el motivo, porque la verdad es que
había sido de un día para el otro.
¡EUREKA!
“¿Y si hay otra mina?”, pensé, de
repente. Lo pensé en voz alta, y Maripi abrió la boca sin que saliera
ningún sonido de ella. La tuvo abierta unos segundos y la cerró, sin animarse a
responder. “Otra mina”. Nos miramos como si hubiéramos descifrado el código Da
Vinci.