Buscar en este blog

viernes, 23 de junio de 2017

Capítulo 21

Valen repasa detalles del cambio de comportamiento de su novio en busca de las claves de la crisis. De pronto, se enfrenta a una hipótesis que nunca había tenido en cuenta.


A esa altura, ya no sabía si Juampi era mi novio o un ex. Es gracioso, porque se supone que era algo que yo debería saber.
De alguna forma, había empezado a hacer el duelo de la separación desde que tuvimos esa discusión a través de la puerta de mi dormitorio. Y la llamada de un rato antes fue la confirmación. No podía seguir la relación con Juampi como si nada hubiera pasado, especialmente si él no veía el error en su actitud.
Maripi entró a casa con una bolsa. Traía un vino tinto caro y una prepizza barata, que se había roto por la mitad en el camino desde el supermercado. “Traje la mozzarella, además. En cuanto se derrita sobre la pizza, ni se va a notar que está rota”, se reía.

PIZZA, VINO Y DUDAS
Mientras yo cortaba el queso, mi amiga abrió el vino. Se le partió el corcho y al servir la primera copa cayeron unos pedacitos que quedaron flotando sobre la superficie de color bordó intenso. “¿Che, ni una cosa nos va a salir bien hoy?”, pregunté, entre fastidiada y divertida con la racha de mala suerte doméstica. “Aguantá un poco, Valen. Prefiero que hablemos sentadas y me cuentes lo que pasó con Juampi mientras tomamos el vino”, sugirió Maripi.
La pizza salió mejor de lo que esperaba. La suerte no era tan mala. Pero a la segunda copa de tinto me puse a llorar. Maripi, que estaba en otro sillón, vino a mi lado a abrazarme. “Estás asumiendo que se terminó tu pareja, Valen. Y eso no es necesariamente así. Sabés que Juampi no es mi persona favorita en el mundo, pero hasta yo me doy cuenta de que está raro. En otro momento no me habría tratado mal a mí y, mucho menos, a vos. ¿No tenés ni idea de lo que le puede estar pasando?”.
Maripi tenía razón. Molesta y triste por lo que mi novio hacía no me había detenido a pensar en qué podía haber detrás de su actitud. ¿Tendría problemas en el trabajo? ¿Serían celos porque desde que me mudé con Maripi compartía más cosas con ella que con él? ¿Le afectaba que mi decisión de irme de la casa de mis viejos no fuera para vivir con él y que eso demorara su proyecto de casarnos? Su proyecto. No mío. Suyo. Ahí había otro problema: Juampi había apostado más que yo a formar una familia juntos. Se supone que las relaciones deberían ser 50-50, pero la realidad es que hay épocas en que uno de los dos pone más que el otro. Pasa en todas las parejas. Juampi venía poniendo, digamos, un 60 y yo un 40. Y ahora él también había bajado su cuota. Lo que yo desconocía era el motivo, porque la verdad es que había sido de un día para el otro.

¡EUREKA!
“¿Y si hay otra mina?”, pensé, de repente. Lo pensé en voz alta, y Maripi abrió la boca sin que saliera ningún sonido de ella. La tuvo abierta unos segundos y la cerró, sin animarse a responder. “Otra mina”. Nos miramos como si hubiéramos descifrado el código Da Vinci.


lunes, 29 de mayo de 2017

Capítulo 20


Se pudrió todo: Juampi no retrocede ni un milímetro en su actitud y Valen no quiere poner distancia, pero…


Habían pasado dos días desde mi discusión con Juampi. Al principio no quería hablar con él y en mi cabeza manejé alternativas para evitarlo. Luego, cuando las horas avanzaban y no recibía de él ni siquiera un whatsapp, empecé a preocuparme. ¿Quién le pedía perdón al otro?
¿Debía llamarlo yo? ¿Para discutir o para reconciliarnos? ¿Realmente quería reconciliarme? 

NO SOS VOS NI SOY YO. 
SOMOS LOS DOS
La última pregunta era la más fácil de responder: sí quería estar bien con mi novio, pero… Había un “pero”, claro. Lo último que vi de Juampi fue desinterés por mis sentimientos ante el embarazo de mi hermana, agresividad hacia mi amiga, malos modos que no parecían propios de él. Obvio que todo eso me apartaba de mi novio porque era parte de un lado B totalmente desconocido para mí. Sin embargo, hacía casi siete años que estábamos juntos y no íbamos a tirar la pareja al tacho por la discusión de una noche.
Me llamó él. Intercambiamos un par de “hola” y luego Juampi me preguntó lo peor: “¿Ya se te pasó?”. 
A ver, repasemos qué podría significar ese ¿Ya se te pasó?”: que la noche en que discutimos me volví loca, que actué mal sin ningún motivo, que estaba histérica, que toda la culpa de nuestra pelea era mía, en definitiva. Yo esperaba que mi novio hubiera recapacitado, pero él tiró más leña al fuego con esa pregunta.  
Quedé muda. Preferí callar para no decir algo de lo que pudiera arrepentirme. Entonces, él siguió: “Reaccionaste mal por una pavada, Valentina, y ni siquiera te tomaste la molestia de llamarme para disculparte”.

HOLA, EXTRAÑO
What? Esto sí que no me lo esperaba. Mi boca se puso en movimiento sola, como si le hubiera declarado la independencia a mi cerebro. Tal vez era mi corazón el que estaba dominando las palabras y fue como si yo me enterara de lo que estaba hablando al mismo tiempo que Juampi. Dije: “Mejor tomémonos un tiempo. Necesito saber qué me pasa realmente con esta relación”. 
“Okay”, respondió él con un tono seco. “Si es lo que querés, Valentina, separémonos por un tiempo”.
“Valentina” no es lo mismo que “Valen”. Siempre fui “Valen” para él. Decirme “Valentina” fue marcar una distancia, pero no lo culpo: yo había propuesto el impasse.
“Creo que las cosas no están bien y que tenemos que pensar en lo que pasó y en por qué pasó, Juampi”. En esa frase sí participó mi cerebro, que volvía a trabajar en conjunto con mi corazón. Yo sentía y pensaba realmente que si ese era el nuevo Juan Pablo, no era la persona con la que yo quería estar, que para mí era Juampi, el centrado, el amoroso, el chico que aman sus jefes y mis padres. ¿Y que amo yo también? 
“Vayamos viendo”, dijo él. Y cortó la llamada. 

lunes, 8 de mayo de 2017

Capítulo 19

Valen enfrenta dos tormentas al mismo tiempo: la pelea con su novio y el embarazo de su hermana menor. Pero aparece Luciano, su jefe, que le cambia el humor y despeja las nubes. 


A la mañana le mandé un whatsapp a Natalia para saber cómo habían recibido mis viejos la noticia de su embarazo, pero no tuve noticias suyas hasta varias horas después.
En el medio, muerta de ansiedad, llamé a mi mamá y, oh sorpresa, ¡me habló como si no hubiera pasado nada! Era obvio que Nati no le había contado sobre el bebé y yo tuve que morderme la lengua para no sacar el tema.

AUTÓMATA MODE ON
Juampi, después de la escena de gritos y llantos de la noche anterior, tampoco daba señales de vida. 
Estuve tan distraída toda la mañana que llegué bien al trabajo, aunque todavía no recuerdo en qué momento me bajé del colectivo y caminé hasta la agencia. 
Luciano, mi jefe, debe haber notado mi preocupación, y se acercó: “Ayer te noté nerviosa toda la tarde. Hoy tenés una cara lamentable”, me dijo. “Aaah, bueno. Gracias por el piropo”, le respondí. Él se rio y me apoyó su dedo índice en la frente: “Al menos todavía hay algo de sentido del humor en este planeta. Si necesitás hablar con alguien sobre lo que te pasa, podés contar con mi oreja. Y con el resto de mí, también”. Me guiñó un ojo y volvió a su escritorio.

ALL YOU NEED IS HISTERIQUEO
Me quedé sonriendo sola, frente al monitor de la compu, y ese gesto me permitió volver a mi eje. No había razones para angustiarme por la ausencia virtual de mi novio o porque mi hermana no les hubiera contado a mis viejos que estaba embarazada de un tipo casado. No soy una superwoman y tengo que dejar de hacerme un dramón por las decisiones ajenas.
De pronto no había ni rastros del dolor de cabeza que me había atormentado desde la noche. Las palabras de Luciano habían sido terapéuticas, pero no quise analizar por qué su histeriqueo me hacía bien.
Finalmente hablé con mi hermana y me confirmó lo que yo suponía: no les había contado a mis viejos nada sobre el embarazo porque quería hacerlo en un “mejor momento”. 
“Sos naba, eh. Mirá si se me escapaba por accidente cuando hoy hablé con mamá, pensando que ella ya sabía”, le recriminé. Nati respondió con una naturalidad sorprendente: “Si se lo hubieras dicho por accidente, yo no habría tenido más remedio que blanquearlo, pero prefiero esperar hasta que vea al médico que me recomendó Maripi. Tal vez todo el asunto del positivo del evatest sea una falsa alarma. No tiene sentido armar tanto bardo sin estar segura”, dijo ella. 

Natalia tenía razón: me aferré a esa pequeña posibilidad del “falso positivo” como si fuera la tabla de salvación de Rose, el personaje de Kate Winslet, en el naufragio del Titanic. 

Capítulo 18

Valen tiene uno de esos días que no se le desean ni al peor enemigo: el embarazo de su hermana menor y, ahora, Juampi, su novio, le revela una faceta indeseable.


En cuanto Nati se fue de casa, me derrumbé en el sillón, con la vista fija en la punta de mis botas. Maripi preparó dos tés y los tomamos sin decir una palabra.
Al rato entró un mensaje de Juampi, que no tenía idea de lo que había pasado durante el día y estaba camino a mi depto. “Vení que tengo que darte una noticia”, le anticipé. “Tirame el título”, pidió él, pero le dije que tenía que esperar porque no era fácil contarlo por WhatsApp.
Llegó antes de lo que yo esperaba. Una de dos: o estaba realmente cerca de mi casa cuando me escribió o voló atraído por la curiosidad. 
Me miró con ojos desorbitados y quiso adivinar lo que yo tenía para anunciarle:
–¿Estás em…barazada?
–No, yo no. Nati.
–Ah, ¡menos mal! Me asustaste con esa cara de velorio.
Dijo eso y soltó una carcajada mezclada con un resoplido de alivio. 
Me descolocó. En el pecho se me formó una bola de fuego. El calor de la bronca me subió por la garganta, me llegó a la boca y exploté: “¡Sos un idiota!”. Corrí a mi cuarto y me encerré. 

¡LO QUE FALTABA!
Me senté en el piso, abracé mis rodillas y hundí en ellas mi cabeza, con la espalda contra la puerta. Juampi golpeaba y pedía que le abriera, decía que no entendía mi reacción, que no había querido ofenderme. “Esto es una locura, Valen. ¿Qué te picó?”. Pero yo estaba bañada en lágrimas y tampoco tenía muy claro qué me había afectado tanto. ¿Su falta de sensibilidad con el drama de Nati? ¿Su evidente alivio porque no tendríamos un bebé? ¿O una mezcla de las dos cosas?
Después de un rato largo en el que yo no abrí la boca, y mi novio permaneció del otro lado repitiendo “Valen, Valen, Valen”, Maripi le susurró: “Me parece que metiste la pata y que no va a salir. Hoy fue un mal día para Valen y está sensible”.
“¿Y vos qué te metés?”, le respondió él, con un tono agresivo desconocido, “¿No tenés nada mejor que hacer?”. Ahí sí me puse loca: sin abrir la puerta, le pedí que se fuera. Maripi había sido mi sostén y él no tenía derecho a tratarla así. Me extrañó de Juampi: es un pibe ubicado y respetuoso. Fue justamente eso lo que me enamoró de él cuando lo conocí, hace más de seis años, y me ofreció su campera al salir de un boliche.

DR. JEKYLL Y MR. HYDE
Antes de irse de mi casa, se despidió: “Chau, llamame cuando se te pase”.
Maripi me avisó que ya podía salir, pero le dije que no tenía ganas de hablar. 
Repasé lo que había vivido
en menos de 24 horas. ¡Todo era una locura! Mi hermana menor me había dicho que estaba embarazada, que el papá no era su novio, sino un tipo casado que no se haría cargo, mi novio casi se había burlado de la situación, ¡y encima había mostrado una faceta agresiva totalmente inesperada! Era la una de la madrugada, y seguramente mi hermana ya habría hablado de su embarazo con mis viejos. Me angustiaba lo que estarían sintiendo Nati, mi mamá, mi papá…

Apagué la luz y me fui a dormir con un dolor de cabeza espantoso.

Capítulo 17

Su hermana está embarazada y Valen no sale del shock. Piensa en el futuro de Nati, y también en el padre del bebé, a quien quiere conocer, aunque no para felicitarlo, precisamente.


En otro momento de nuestras vidas, una noticia como esa nos habría hecho felices. Pero mi hermana y yo estábamos abrazadas en un rincón del bar, llorando a mares, y no era precisamente de felicidad.
Nati estaba embarazada y el papá del bebé no era su novio, sino un tipo grande y casado a quien solo ella conocía y que tampoco quería hacerse cargo de la situación.
Yo pretendía consolarla y, a la vez, retarla desde mi lugar de hermana mayor. No entendía por qué no se había cuidado al tener relaciones con alguien que ni siquiera era su pareja. “Soy una estúpida. Dejé las pastillas porque mis amigas me dijeron que producen celulitis”, explicó Natalia. WHAT? “Nati, tendrías que habérselo consultado a un médico. Un delirio lo que me decís”, le respondí. 

DECISIONES DIFÍCILES
No era un tema para seguir hablando en el bar. Le propuse que viniera a casa y aceptó. Maripi nos llevó en su auto y, una vez que llegamos al depto, se metió en su dormitorio para que Nati y yo pudiéramos hablar tranquilas en el living. 
Ahora mi hermana parecía más tranquila que cuando nos encontramos. No sé lo que ella esperaba que le dijera, y yo no sabía muy bien cómo manejar el tema. “Antes de que lo preguntes, mi respuesta es que sí, que voy a tener el bebé”, aclaró, y me dejó con la boca abierta. 

–¿Y cómo se lo vas a decir a los viejos? Mamá se desesperó en esas horas en que no supimos nada de vos. No podés volver a casa como si no hubiera pasado nada.
–Les voy a contar la verdad, Valen. No voy a ocultarles algo que en tres meses se me va a notar por sí mismo en cuanto avance el embarazo. 

Para mis padres, como para mí misma, Natalia todavía era una adolescente, aunque ya estuviera en la facultad. Y era obvio que para ellos la noticia (relación clandestina con un tipo mayor + embarazo) iba a ser durísima. 
Buscamos en Internet la cartilla de la prepaga para ver a qué obstetra podía consultar. Maripi recomendó un médico amigo de su familia, y Nati guardó un papelito con el número de teléfono que le dio mi amiga.

ALGO HAY QUE HACER
Después, pedimos una pizza y tratamos de hablar de otras cosas, como para aliviar la presión que el tema nos había dejado en la garganta, en el pecho, en la cabeza. 
 “Si querés dormir acá, quedate. Te dejo mi cuarto”, le ofrecí cuando terminamos de comer. Ella prefirió irse a su casa, la de mi familia, para hablar con mis viejos esa misma noche. Maripi propuso llevarla en el auto. “No hace falta, no estoy enferma. Solo estoy un poquito embarazada”, se rio Nati. Era la primera vez que la veía sonreír desde que nos habíamos encontrado a la tarde. Se le iluminó la cara y yo volví a ver en ese gesto a mi hermana menor, la más traviesa del mundo, la que me usaba y arruinaba la ropa, la que escucha bandas de rock barrial o se toma sola una botella de cerveza. 

“Va a ser madre. Mi hermanita va a tener un hijo”, repetía yo en mi cabeza, como para convencerme de que lo que estaba pasando era real. Hubiera querido volver el tiempo atrás y evitarle todo esto a Nati y a mis viejos. Y también quería ir a encarar al tal Mario, el padre del bebé, y darle una paliza por usarla y abandonarla. Maripi me leyó la mente. “Tenemos que averiguar todo sobre esa basura”, me dijo mientras levantaba los platos.

Capítulo 16

La hermana de Valen reaparece, y acuerdan encontrarse para que le cuente la difícil situación que enfrenta, que marcará un antes y un después en la vida de Nati.


Temblando, llamé a Maripi. “Nati está mal. Estuvo borrada desde anoche y recién ahora da señales de vida. No me quiso contar por teléfono lo que pasó, pero voy a encontrarme con ella a la tarde”. “Tranquila, voy con vos”, respondió mi amiga, sin que yo tuviera que pedírselo. 
Maripi pasó a buscarme por la agencia y fuimos juntas hasta un bar cercano donde Nati, mi hermana, me esperaba sentada al fondo del salón, cerca de la cocina y detrás de una palmerita artificial llena de polvo. Maripi se ubicó en otra mesa, y saludó a Nati desde lejos, para no invadir lo que sería una confesión entre hermanas. Nati le respondió con una sonrisa de costado, casi como una mueca. Parecía otra persona. Es decir, tenía el mismo pelo castaño larguísimo y bien lacio de siempre, con un flequillo que a veces le tapa los ojos y otras veces trepa por la frente con estilo rollinga, el piercing plateado en la nariz que casi le provoca un infarto a mi viejo, los labios gruesos que me habría gustado tener. Lo que estaba diferente en ella no era nada que pudiera denominarse como “señas particulares”. Lo que no parecía propio de Nati era la actitud: estaba abatida, pálida, con las comisuras de los labios curvadas hacia abajo, los ojos rojos de haber llorado, los hombros caídos.
Me incliné para abrazarla sin que ella tuviera que pararse. Hundió la cabeza en mi cuello, como si quisiera sumergirse en mi pelo. El cuerpo se le sacudía con un llanto silencioso. 

LA CRUDA VERDAD
Me senté a su lado y no le dije nada, esperando que fuera ella quien hablara cuando pudiera. Tardó un rato en pronunciar estas palabras: “Estoy jodida. Esta vez sí que me cagué la vida”. Volvió a llorar y le apreté las manos. 
Le pregunté si quería tomar algo y negó con la cabeza. En la mesa había una Sprite por la mitad. Me pedí un cortado. Nati no se animaba a mirarme a los ojos cuando siguió con su relato: “Desde hace tres meses estoy saliendo con un tipo que vino a dar un seminario a la facu. Sí, ya sé: Gonza no se lo merece. Soy una estúpida”, dijo. Gonzalo es su novio. Un chico medio vago con el que salen en grupo a tomar cervezas, a escuchar bandas de rock chabón y a fumar. Aunque están juntos desde hace un año, no me parecía una relación importante, pero tampoco tan liviana como para salir al mismo tiempo con otro. “El tipo se llama Mario. Una noche se ofreció a acercarme a casa, nos quedamos charlando y hubo onda, pero no pasó nada. Me mandaba whatsapps con cosas graciosas o links de textos que quería que yo leyera. Me fui enganchando y nos íbamos juntos de la facultad dos veces por semana. Yo notaba que había algo raro, pero pensé que era solo porque él es mayor y yo una pendeja. A veces estaba retierno y otras me trataba menos diez”.

“¿Te lastimó?”, la interrumpí. “No, pero un poco me psicopateó y me hizo sentir inferior, porque él es reintelectual y se burla de mi falta de mundo. Pero todo eso no es lo peor, Valen: Mario es casado.
Y yo estoy embarazada”
.

Capítulo 15

Cristian, su compañero de trabajo, sospecha que pasa algo entre ella y Luciano. Pero eso no es lo peor: también hay noticias inquietantes sobre Natalia, la hermana de Valen.


Cristian acababa de preguntarme a boca de jarro si a mí me gustaba Luciano, nuestro jefe. Haberme expuesto así ante él había sido mi culpa: yo lo había arrastrado a comer conmigo al bodegón de la esquina solo para que me contara con detalles la relación entre Luciano y Andy, mi jefa malvada. Hasta ese día, yo no sabía que habían estado a punto de casarse. La noticia (vieja, pero nueva para mí) me había pegado como una patada de mil voltios. Ahora, en una milésima de segundo, tenía que acomodar mi cara para que Cristian no leyera en mis gestos ni dudas ni mentiras cuando le respondiera si Luciano me gustaba o no.
–Está bueno como tipo, no lo voy a negar, pero yo tengo…
–…novio. Sí, ya sé. Tirás la pelota afuera, Valen. Yo te pregunté si te gusta Luciano.
–Y te respondí que es lindo.
–No era una consulta estética. Me parece que algo pasa entre ustedes. Veo las miradas, las sonrisitas. Vamos, Valen, me siento a un metro de vos y veo todo lo que pasa ahí.
–¡Cómo sos, eh! Vos mismo dijiste hace cinco minutos que Luciano juega al seductor con todas las chicas. Es eso: hay un histeriqueo sin consecuencias.
Cristian me puso cara de “no te creo nada” y de postre se pidió el flan con crema que venía con el menú. Yo me tomé un cortado. Sentía una mezcla de vergüenza y cierta excitación porque Cristian había dicho que veía algo especial entre Luciano y yo. Entonces, que mi jefe me tira los galgos no es una fantasía mía o de mi amiga Maripi.

MALAS NOTICIAS
Al volver a la agencia, la recepcionista me avisó que mi mamá había llamado y que sonaba alterada. Miré el celular: tenía tres llamadas perdidas de mi vieja. Le respondí el llamado, sorprendida por su urgencia. 
–Hola, ma. ¿Pasó algo?
–Sí. No quise molestarte antes porque esperaba que ella estuviera con alguna de sus amigas, pero estoy preocupada porque Natalia no aparece.
Natalia es dos años menor que yo. De los tres hermanos (ella, Facundo y yo) es la más bardera. Lo que tiene de divertida lo tiene de vaga, y vive desafiando a mis padres. En el secundario tuvo mil problemas y en la facultad viene para atrás. A mí siempre me volvió loca como compañera de cuarto, y esa fue una de las razones por las que me alquilé un depto junto a Maripi y me fui de la casa de mis viejos.
Nerviosa, mi mamá me explicó que Natalia había salido el domingo a la tarde a preparar un parcial a la casa de una compañera a quien nadie conoce. Ahora que ya había pasado el mediodía del lunes, seguía sin aparecer. Mi vieja había hablado con sus amigas y le decían que se tranquilizara, que tal vez Nati había ido directo a la facultad, sin pasar por la casa de mis viejos. 
Le mandé un WhatsApp a Nati: “Mamá está desesperada. ¿Dónde te metiste?”. Luego mandé otro, con cierta culpa: “¿Estás bien?”. Respondió a los cinco minutos: “Estoy bien, pero me mandé cualquiera. Ahora hablo con mamá”. 

La llamé al celular, muerta de nervios, pero saltó el contestador automático de Nati. El tiempo que pasó desde ese momento hasta que logré tenerla frente a frente fue una eternidad, una tortura. Pero peor fue cuando supe qué era lo que le pasaba a mi hermana…